“No hay patrimonio sin gente, ni historia sin quienes la viven.”
Así se podría resumir el espíritu de Yapatera, una comunidad afrodescendiente del norte del Perú que, más allá de su geografía, representa un reservorio de memoria, creatividad y resistencia. Pero ¿quiénes son los yapateranos? ¿Qué los convierte en parte esencial del patrimonio cultural?
Ubicado en el distrito de Chulucanas, en la región Piura, Yapatera no es solo un pueblo; es un tejido vivo de personas cuyas raíces se hunden profundamente en la historia afroperuana. Aquí no se habla del pasado como algo lejano, aquí se vive una herencia que se respira en las plazas, en las voces, en la música y en los rostros de quienes día a día reafirman su identidad.
Los yapateranos descienden de comunidades esclavizadas que trabajaron en plantaciones de algodón y caña durante la época colonial. Sin embargo, lo que perdura no es el dolor, sino la dignidad con que han transformado ese legado en orgullo cultural.
La comunidad de Yapatera no “preserva” su cultura: la vive. En las fiestas patronales, en las improvisaciones de cumananas (versos satíricos cantados), en la gastronomía con herencia africana y en sus saberes medicinales, la cultura se convierte en un acto cotidiano, no en una exhibición.
Cada persona, joven o anciana, es portadora de un fragmento del saber colectivo. En sus relatos orales, en sus formas de celebrar, en cómo enfrentan la vida, los yapateranos expresan un tipo de patrimonio que no cabe en vitrinas ni puede ser reducido a objetos.
Su patrimonio inmaterial es su cultura intima.
Desde la interpretación del patrimonio, entendemos que el verdadero valor de Yapatera no radica únicamente en su historia o sus tradiciones, sino en el significado que estas tienen hoy para su gente —y para todos nosotros.
Yapatera es un espejo donde podemos ver reflejadas preguntas universales:
¿Quiénes somos? ¿Qué heredamos? ¿Cómo lo honramos?
Visitar este ecomuseo virtual no es solo un recorrido por la cultura afroperuana del norte, sino una invitación a escuchar a quienes viven esa cultura, a reconocer su aporte al mosaico de identidades del Perú, y a repensar nuestra forma de entender el patrimonio: no como algo que se protege desde afuera, sino como algo que se celebra junto a quienes lo encarnan.
Mg. Sc. Samanta Hilda Calle Ruiz
Docente de la Universidad Nacional de Frontera
La mujer yapaterana es guardiana de la identidad afrodescendiente en el norte del Perú. Su vida cotidiana combina el trabajo en el campo, el hogar y la comunidad con un profundo sentido de espiritualidad, resiliencia y creatividad. A través de su voz, se transmiten cumananas, leyendas y saberes medicinales que han pasado de generación en generación. En las festividades, destaca su participación en danzas, procesiones y rituales. En la cocina, sus manos preservan sabores como el copus, el seco de chavelo y el majadito de yuca, que son reflejo de una cultura viva. Su papel va más allá de lo doméstico: es líder silenciosa, artesana del tejido social y símbolo de lucha frente a la discriminación histórica.
Desde los tiempos del antiguo trapiche y las haciendas cañeras, la mujer yapaterana ha cargado sobre sus hombros el doble peso de la explotación y el racismo. Pero en ese mismo contexto, también ha sabido alzar su voz. Fue ella quien organizó las primeras mingas comunitarias, quien curó con yerbas cuando no había doctores, y quien protegió la lengua y los cantos. Mujeres como Lili León, reconocida por su aporte a la cultura local, o las cocineras sabias que enseñaron a las nuevas generaciones, son ejemplo de cómo lo femenino ha sido el cimiento silencioso de una historia de resistencia cultural. Hoy, su legado se transmite en las nuevas generaciones que luchan por la justicia, la memoria y el desarrollo con identidad.
¡Bienvenidos a la tierra del sol ardiente y la memoria viva! Hoy conoceremos a las verdaderas tejedoras del alma yapaterana: sus mujeres. Acompáñennos a descubrir los relatos que guardan en sus canciones, las recetas que preparan con amor y los consejos que dan con sabiduría.
Aquí, una mujer no solo es madre o esposa, es portadora de historia. Cada arruga en su rostro cuenta los días del campo, las fiestas de San Sebastián, los cantos de cumanana a la luz de la luna. Al entrar a una cocina yapaterana, estamos entrando a un templo de sabores heredados. Y si escuchamos con atención, quizás aún oigamos una voz firme diciendo: “Esto es lo nuestro. Esto es Yapatera”.
Mg. Sc. Samanta Hilda Calle Ruiz
Docente de la Universidad Nacional de Frontera